viernes, 15 de abril de 2011

ERRADICAR LA MALARIA: UN SUEÑO QUE PUEDE CONVERTIRSE EN

Como cada mañana, me asomo a la ventana y contemplo el devenir continuo del majestuoso río Níger. Comienza el día y los habitantes del pequeño poblado africano inician sus tareas diarias.

Niños y niñas que acuden a la escuela, hombres y mujeres que presurosos van al trabajo o al mercado en busca de los alimentos necesarios para cocinar.

Y una vez más me acerco, como todos los días, al grupo de ancianos y ancianas de pelo cano y arrugas marcadas por el paso del tiempo, que sentados al aire libre disfrutan del paisaje mientras entrelazan sus recuerdos.

Me gusta escucharlos mientras recuerdan la época en que el mosquito vivía entre ellos, transmitiéndoles la malaria, cómo enfermaban a menudo sin poder acudir al trabajo y cómo entonces su familia pasaba hambre.

¡Aquellos escalofríos alternando con la elevada temperatura!

También recuerdan cuando algún miembro de su familia enfermaba. Aún sienten la impotencia que vivieron por no poder comprar las medicinas que les sanarían.

Recuerdan los años en que el mosquito era una amenaza para su salud y desarrollo.

Siento su dolor cuando miro sus ojos llenos de lágrimas al recordar al padre, a la madre, a la esposa, al esposo, al hijo o hija, al amigo o al vecino muertos por culpa de su pequeño enemigo.

Pero llegó el saneamiento ambiental, se construyeron las alcantarillas, se desecaron las charcas y se fumigaron las casas.

Había medicamentos para todos y llegó la esperada vacuna.

Como enfermaban menos trabajaban más y podían comprar comida suficiente para alimentar a su familia y comenzaron a prosperar.

Los niños y niñas ya no perdían días de escuela y adquirían los conocimientos necesarios para su desarrollo, que ya no estaba comprometido.

Entonces desaparecen las lágrimas de sus ojos y aparece la alegría al tener la seguridad de que sus nietos y nietas ya tienen las mismas oportunidades que los habitantes de los otros países donde el mosquito hace muchos años que desapareció.

Y me siento orgullosa porque entre todos lo conseguimos. Fue una pelea dura, larga, pero la unión y la voluntad de todas las personas lo lograron.

Pero….y este ruido? Miro a mi alrededor, reconozco las cortinas de mi habitación y entonces comprendo que todo ha sido un sueño, que no estoy en ese pequeño poblado africano. No escucho sus voces ni sus relatos porque no hay nada que contar, las cosas poco han cambiado.

No hay vacuna y los medicamentos siguen siendo inalcanzables para la mayoría de los habitantes de Africa.

El mosquito sigue viviendo allí, trasmitiendo la malaria, enfermando y matando a hombres, mujeres, niños y niñas, impidiendo su desarrollo.

Pero mi sueño puede cumplirse. Entre todos podemos lograrlo.
Mirentxu Cebrian (voluntaria Medicusmundi)